Lyudmila, 87 años, Ucrania

© Foto: Sarah Pilchick / HelpAge International

Nací en 1935 en Poltava y, cuando tenía siete años, nos trasladamos a Rusia. Durante tres años no tuvimos nada que comer, pero mi madre trabajaba en un orfanato y nos daba agua mezclada con harina, y así sobrevivíamos. Fue muy, muy duro.

Mi padre era director de una universidad, así que más tarde recibimos un bonito apartamento en Kiev, pero antes nos mudábamos mucho.

Estudié economía y me convertí en profesora universitaria, lo que me encantaba, pero fue una vida muy dura, especialmente durante los últimos años que vivió mi padre, cuando solo estaba yo para cuidarlo.

Los últimos años no han sido fáciles, pero ahora me siento impotente. Mi segundo marido, Sasha, y yo tuvimos COVID el año pasado, y todavía nos estamos recuperando. Él tiene 85 años y llevamos 53 juntos. Pero ahora él está en Kharkiv con su hija [de su primer matrimonio], y yo estoy aquí con mi hijo, Zhenya, que tiene 61 años.

No sé cuándo volveré a ver a Sasha, y le echo mucho de menos. Hablamos cuando podemos, pero nuestros teléfonos son tan viejos que rara vez funcionan, y tengo que pedir prestado el de Zhenya.

Entiendo por qué la gente se quedó en Ucrania. Es demasiado duro estar separados. Pienso en Sasha todos los días.

Mi nieto Maxim está en Kiev, y su mujer y su hijo, Arthur, están con él. Maxim tiene 30 años, por lo que no se le permitió salir. Maxim tendrá que luchar, y estoy muy preocupada por él. Estoy muy preocupada por la guerra.

Ahora estamos aquí, en este centro de Ghidigici. Tengo artritis en las rodillas y no hay ascensor, así que tengo que quedarme en el segundo piso del centro. Aunque pudiera caminar, no hay ningún lugar al que pueda ir.

Mi vista es muy mala. Soy ciega de un ojo y la visión del otro es muy débil. A veces me quedo en mi habitación y uso mi tableta, pero no hay mucho que hacer. Me acerco a las ventanas del segundo piso y miro la calle. Cuando hace buen tiempo, el personal me abre las ventanas para que pueda sentir el aire. Nada cambia.

Quiero volver a ver a mi marido Sasha, pero tengo que ir donde va mi hijo. Si Zhenya se queda, yo me quedo. Si él se va, yo me iré. Pero nunca cambia. Estoy tan sola.

Testimonio recogido por Sarah Pilchick, Responsable de Comunicación Humanitaria de HelpAge International. Lee el texto original en inglés.

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