Foto: Argentina, directora del hotel Zarea hotel en Chisinau. © Sarah Pilchick / HelpAge International
Es imposible no notar los signos de solidaridad de Moldavia con Ucrania. Desde los carteles con mensajes de solidaridad e información sobre recursos para las personas refugiadas en casi todas las esquinas, hasta la pintura azul y amarilla que adorna el Hotel National en desuso en la Plaza de las Naciones Unidas, la amabilidad del país hacia sus vecinos ucranianos es evidente. Un número casi increíble de personas moldavas están ayudando a las que llegan de Ucrania, y todas tienen sus propias historias que compartir.
Una de esas historias es la de Argentina, de 45 años, que es la directora del hotel Zarea, en el centro de Chisinau. Cuando me encuentro con ella, se mueve por el vestíbulo a toda velocidad, conversando con el personal, saludando calurosamente a sus huéspedes y comprobando las provisiones para su distribución.
Parece la encarnación viva de la generosidad de Moldavia. Es una mujer cálida, acogedora y profundamente empática que se ha entregado por completo a apoyar a sus huéspedes ucranianos y a garantizar que sus nuevas vidas en Moldavia sean lo más dignas y plenas posible. Después del 24 de febrero, el primer día de la guerra en Ucrania, el hotel Zarea se convirtió en un refugio y un salvavidas para las personas ucranianas que huían de una guerra devastadora que cogió a casi todo el mundo por sorpresa. En el momento de escribir estas líneas, Zarea alberga a 136 huéspedes, 28 de ellos mayores de 50 años.
«Al principio, la mayoría de nuestros huéspedes pensaban que volverían rápidamente a Ucrania, por lo que solo se planeaban quedarse unos días, pero ahora se dan cuenta de que estarán fuera más tiempo», me dice.
Todo está cambiando
Puede que Moldavia sea pequeño y el país más pobre de Europa, pero su acogida a las personas refugiadas ucranianas ha superado todas las expectativas. Como tantos otros países europeos, Moldavia abrió rápidamente sus brazos a las personas refugiadas y, aunque el gobierno dijo inicialmente que el país no podía acoger a más de 15.000 personas, desde entonces, ha acogido a más de 400.000.
Muchas personas se han trasladado a Rumanía y a otros países más occidentales, pero para unas 95.000 personas ucranianas, Moldavia es su hogar en el futuro inmediato. Muchas se alojan con familias de acogida, en edificios convertidos en refugios y en hoteles como el de Zarea, por todo el país.
Al igual que las vidas de las personas ucranianas se han visto alteradas para siempre por la guerra, Argentina cree que también han cambiado la esencia de las vidas de las personas moldavas. «Todos los moldavos nos hemos visto afectados por la guerra», dice Argentina. «La guerra cambió el sentido de la gente que viene aquí. Antes eran turistas y ahora son personas refugiadas. Pero los moldavos también cambiamos nuestras actitudes: sobre los familiares, sobre el dinero, sobre todo».
Durante las dos primeras semanas de la guerra, Argentina durmió en el hotel y nunca salió de él. Era tal su dedicación al cuidado de sus nuevos huéspedes que no tenía tiempo para salir. Dependía de su marido para que le trajera ropa nueva todos los días, y no fue hasta que finalmente regresó a casa, agotada por el caos de esa primera quincena, que pudo ver lo mucho que había afectado la guerra a todo el mundo, incluida su propia familia.
Ya sabía que los moldavos de todo el país habían sido generosos con sus casas, su dinero y su tiempo, pero cuando vio que su hijo de 17 años había cocinado comida nueva con las sobras, simplemente para tener algo que compartir con los recién llegados de Ucrania, la emoción la invadió.
Todo un país se pone a la altura de las circunstancias
En Moldavia, es costumbre que las generaciones mayores se deseen mutuamente «paz y salud» en las fiestas. «Es todo lo que podemos desearnos unos a otros», dice Argentina. «Antes de la guerra, las generaciones mayores siempre nos decían ‘paz y salud’, pero nunca lo entendimos», dice. «Ahora sí».
Como muchas personas moldavas, Argentina está gratamente sorprendida por la eficacia con la que se ha gestionado la respuesta a las personas refugiadas en su país, desde la frontera hasta el mismo centro del país. «Somos un país pobre y, estando la situación económica como está, es increíble la forma en que las autoridades de todos los niveles se han organizado y coordinado. Pero no ha sido solo el gobierno. La gente se movilizó para ayudar y hacer lo mejor posible en general», afirma.
«Estoy sorprendida y orgullosa de todo lo que, como país, hemos hecho y seguimos haciendo. Las respuestas en países como Polonia y Alemania no son una sorpresa, pero somos un país pequeño y no tan desarrollado. Tengo que estar orgullosa de lo que hemos hecho».
Ha notado que, para muchas personas, los valores que tenían sus compatriotas moldavos antes de la guerra han cambiado. El materialismo y el pensamiento comercial, dice, han desaparecido, ya que la gente abre sus puertas a las personas refugiadas ucranianas y dona todo lo que tiene. «La gente piensa con el corazón y no con el cerebro o la cartera», dice con lágrimas en los ojos. «Es un cambio realmente hermoso».
El Hotel Zarea es uno de los 49 centros de alojamiento para personas refugiadas de toda Moldavia en los que HelpAge International está distribuyendo alimentos y kits de higiene. En función de las necesidades y los recursos de los centros, HelpAge organiza dos o tres comidas calientes al día, preparadas por empresas locales de catering y basadas en necesidades específicas identificadas.
Artículo escrito por Sarah Pilchick, responsable de comunicación humanitaria de HelpAge International. Lee el texto original en inglés.