Una conversación sobre los smartphones en Kirguistán

En su blog, Chris McIvor, Representante Regional de HelpAge en Eurasia y Oriente Medio, explora cómo las personas mayores en Kirguistán valoran los smartphones como herramienta de conexión, pero también se preocupan por la pérdida de la conversación y la transmisión oral de historias entre generaciones.

Balykchy es una pequeña localidad situada en el extremo occidental del lago Issyk-Kul, en el este de Kirguistán, y estoy visitando la Asociación de Personas Mayores del pueblo. Muchos de sus miembros ya no cuentan con la compañía y el apoyo de sus familias, algo habitual en un país donde gran parte de los jóvenes trabaja en el extranjero.

El centro donde se reúnen varias veces por semana, una antigua escuela, muestra claramente signos de deterioro. Pero no son las instalaciones en decadencia lo que les atrae, sino el simple placer de compartir tiempo juntos. “Todo lo que necesitamos son unas sillas, un techo que nos proteja de la lluvia, una estufa para calentar el té y un lugar donde sentarnos y hablar”, dijo un miembro del grupo. “Buscamos compañía. En ausencia de nuestras familias, eso es uno de los pocos consuelos que nos quedan”.

El papel de los smartphones en la vida de las personas mayores

Observo que muchos de ellos tienen smartphones, que sacan ocasionalmente para enviar o recibir mensajes, de forma similar a los jóvenes que vimos antes en el pueblo. Pero también me doy cuenta de que, a diferencia de sus nietos, hasta donde puedo ver, no parecen estar absorbidos por ellos. El espacio que han creado es, ante todo, para conversar e interactuar. Les pregunto: ¿Qué lugar ocupan los móviles en sus vidas? ¿La tecnología les ha arrastrado consigo o los ha dejado atrás?

Algunos responden hablando de la pandemia de la COVID, que golpeó duramente a Kirguistán, agravada por una alta incidencia de enfermedades respiratorias, el deficiente sistema sanitario y la larga espera hasta la llegada de las vacunas. Los móviles les permitieron mantenerse en contacto durante un periodo en el que muchos permanecieron aislados en sus casas. También compartieron información sobre cómo protegerse y qué hacer si contraían el virus.

Aun así, varias mujeres recordaron a sus compañeras que, cuando pasó lo peor de la pandemia, estaban deseando volver a sus reuniones presenciales y que los teléfonos no eran un sustituto de la interacción que deseaban tener.

La conexión cara a cara es lo más importante

“Una cosa que define a la gente de nuestra generación”, afirmó otra mujer mayor, “es que nos gusta contar nuestras historias. Nos gusta compartir nuestras risas y lágrimas directamente. Los móviles no te permiten eso. Y es algo que nos preocupa. ¿Saben los jóvenes mantener una conversación hoy en día? ¿Tienen paciencia para escuchar?”

Otra miembro del grupo comentó que una de las cosas que más esperaban era volver a ver a sus familias cuando regresaban a visitar los pueblos que habían dejado atrás. Pero lamentaba que sus nietos parecieran más interesados en mirar sus teléfonos que en unirse a una conversación.

“Es como si solo pudieran prestar atención durante unos pocos minutos antes de volver a teclear en sus móviles. Cuando les pregunto qué se están enviando, solo veo emoticonos y frases que nunca tienen más de unas pocas palabras. Es como si ahora los teléfonos pensaran por ellos”.

Tecnología y pérdida de tradición

La cultura kirguisa, como la de muchas sociedades tradicionales, se transmite de generación en generación a través del relato oral y la participación en actividades compartidas. Las personas mayores se sienten valoradas cuando tienen espacio para contar sus propias historias. Sin embargo, muchas de las personas con las que hablé durante mi visita reciente sienten que ese respeto por su contribución se está perdiendo, que la misma tecnología que les ayudó a sobrevivir a la terrible pandemia hace unos años no favorece la transmisión de sabiduría y orientación, sino que las ahoga con distracción y ruido.

Una sociedad que afronta nuevos retos

Durante la semana que estuve allí, la historia más comentada fue el asesinato de una chica por parte de un compañero de su escuela. Un caso que se suma a otros similares ocurridos en el último año. Muchas personas mayores sienten que las redes sociales y la influencia de culturas externas tienen buena parte de la culpa. “¿Cómo podemos disfrutar de los beneficios de esta tecnología sin invitar también sus peligros a nuestra sociedad? Esa es una pregunta a la que hoy no tenemos respuesta”, comentó otro hombre mayor con quien hablé.

A lo que respondí que Kirguistán no es el único país que debe afrontar este desafío.

Escrito por Chris McIvor, Representante Regional, Eurasia y Oriente Medio, HelpAge International

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