Anna, 73 años, Ucrania

© Foto: Israel Fuguemann / HelpAge International

Soy de Lyadova, en el óblast de Vinnytsia, cerca de la frontera con Moldavia, pero me trasladé a un suburbio de Kiev con mi hija, Olga (46), y mi nieta Anastasiia (15), hace cuatro años.

Decidimos irnos el segundo día de la guerra, y tratamos de encontrar a alguien que nos llevara a la frontera – cualquier frontera, no importaba cuál-. Pero había tanto tráfico, que acabamos teniendo que coger un tren, y nunca había visto nada tan horrible. Estaba tan lleno que casi no podíamos subir al tren. Mi hija tuvo que forzarme físicamente para subir. Las escenas que nos rodeaban eran horribles. Los trenes estaban tan llenos que la gente se aferraba a los exteriores y se caía. Me las arreglé para encontrar un lugar donde dormir, mientras mi hija dormía sobre nuestro equipaje. Era como los últimos días de Pompeya o la caída de Cartago. En cuanto salimos de la estación, fue alcanzada por un misil. Incluso ahora, no puedo olvidar los sonidos del tren moviéndose en sus vías. Los recuerdos me acompañan a todas partes.

He pasado toda mi vida en Lyadova antes de esto, y solo quiero volver. Era tan hermosa, mi Lyadova, con sus bosques y árboles y frutas. Las flores de Lyadova son tan bonitas, y pienso en ellas todo el tiempo. Pensar en las flores me hace pensar en mi amiga de la infancia, Bluma, cuyo nombre significa flores. Todavía recuerdo los poemas que aprendí en la escuela sobre las flores de Ucrania.

Tengo muchas dolencias. Tengo gangrena en el pie, tengo cataratas por lo que no puedo ver, y tengo diabetes, pero no tengo medicamentos. Ni siquiera sé a quién preguntar. Mi hija y yo tenemos poco dinero. No podemos pagar las medicinas, y mi nieta tiene una enfermedad cardíaca. Ni siquiera pienso en mí, pero ¿quién la ayudará? Mi hija quiere que tengamos una vida mejor y que nos vayamos a Alemania después de esto, pero yo no quiero ir.

No entiendo por qué está pasando esto. ¿Por qué, por qué, por qué? ¿Por qué nos odian tanto a los ucranianos? Rusos, ¿por qué está ocurriendo esta guerra? ¿Por qué no puede haber paz?

Leo la Biblia todo el tiempo, y normalmente me reconforta, pero ya no. No creo en el bien después de esto. Quiero morir, pero quiero morir en casa, en Lyadova, cerca de mis hermosos bosques y las flores. El mundo ni siquiera ve ni le importa lo que pasa en Ucrania.

Testimonio recogido por Sarah Pilchick, Responsable de Comunicación Humanitaria de HelpAge International. Lee el texto original en inglés.

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